En
primer lugar resulta prácticamente obligatorio citar el inicio de la película,
al que se ha calificado de “uno de los más geniales inicios del cine reciente”
en el que el protagonista, Lester Burnham (Kevin Spacey), se presenta como un
personaje totalmente mediocre, desencantado de su vida y de sí mismo:
Me
llamo Lester Burnham. Este es mi barrio. Esta es mi calle. Esta es mi vida.
Tengo 42 años. En menos de un año habré muerto. Claro que eso no lo sé aún. Y
en cierto modo, ya estoy muerto. Aquí me tienen, cascándomela en la ducha. Para
mí el mejor momento del día. A partir de aquí, todo va a peor.
Esta
asumida mediocridad contrasta totalmente con la figura de su mujer, Caroline (Annette
Bening), quien se presenta como la constante aspiracionalidad americana, el
“buen ver”, la relación con los vecinos, etc:
Carolyn:
Buenos días, Jim.
Jim
(vecino): Buenos días, Carolyn.
Carolyn:
¡Qué corbata tan linda! ¡Qué color!
Jim:
Mucho más lindas son tus rosas. ¿Cómo consigues que florezcan de ese modo?
Carolyn:
Verás, el secreto es cáscaras de huevo y agua.
Carolyn:
Jane, cielo, ¿tratas de parecer un adefesio?
Jane:
Sí.
Carolyn:
Enhorabuena. Lo has conseguido. Lester, ¿puedes hacer que llegue un poco más
tarde, por favor? Aún no me he retrasado bastante.
Y
a modo de punto de inflexión entre ambos personajes , encontramos a Jane, la
hija de los Burnham, quien a pesar de creerse tan mediocre como el padre,
representa también la aspiracionalidad (como la madre), pero esta vez de un
modo más profundo o psicológico.
Jane:
Yo necesito un padre ejemplar. No un niñato capullo que manche los calzoncillos
cada vez que traigo una amiga del colegio. Qué gilipollas. Deberían
sacrificarle, y que deje ya de sufrir.
Ricky:
¿Quieres que lo mate?
Jane:
Sí. ¿Lo harías?
Esta
búsqueda del sentido de la vida la lleva a cabo de la mano de Rick, su vecino,
quien a través de su cámara de video le enseñará a apreciar la belleza en las
pequeñas cosas:
“Era
uno de esos días en que está a punto de nevar... y el aire esta cargado de
electricidad. Casi puedes oírla. ¿verdad? Y esa bolsa está bailando...
conmigo... como un niño pidiéndome jugar, durante quince minutos. Es el día en
que descubrí que existe vida bajo las cosas y una fuerza increíblemente
benévola que me hacía comprender que no hay razón para tener miedo, jamás. El
vídeo es una triste excusa, lo sé, pero me ayuda a recordarlo; necesito
recordar, a veces que hay tantísima belleza en el mundo que siento que no lo
aguanto, y que mi corazón va a colapsar/explotar"
Jane:
¿Eso es un funeral?
Ricky:
Si, ¿has visto morir a alguien?
Jane:
No, ¿y tú?
Ricky:
No, pero vi a una vagabunda que murió congelada, tumbada en la acera. Parecía
muy triste. Tengo a esa vagabunda grabada en vídeo.
Jane:
¿Por qué grabaste eso?
Ricky:
Porque era asombroso.
Jane:
¿Qué tenía de asombroso?
Ricky:
Cuando ves algo así, es cómo si Dios te mirase a los ojos un instante. Y si
está atento puedes devolverle la mirada.
Jane:
¿Y qué ves?
Ricky:
Belleza.
Y
tampoco podemos dejar de mencionar el final de la película, en el que la
mediocridad de Lester se disuelve en el concepto de belleza tratado a lo largo
de toda la película, encontrando de esta manera, el sentido de su vida en la
belleza de la muerte:
Siempre
había oído que toda tu vida pasa ante tus ojos el segundo antes de morir. Para
empezar, el segundo no es un segundo en absoluto, se hace inmenso como un
océano de tiempo. En mi caso aparecía yo tumbado boca arriba en el campamento
de los boys scouts mirando estrellas fugaces… las hojas amarillas de los sauces
que flanqueaban nuestra calle… las manos de mi abuela… y su marchita piel que
parecía de papel. Y la primera ve que contemplé el nuevo coche de mi primo
Tony… y Jenie… y Jenie… Y Carolyn… Supongo que podría estar bastante cabreado
con lo que pasó, pero cuesta seguir enfadado cuando hay tanta belleza en el
mundo. A veces siento como si la contemplase toda a la vez y me abruma, mi
corazón se hincha como un globo que está a punto de estallar. Pero recuerdo que
debo relajarme y no aferrarme demasiado a ella y entonces fluye a través de mí
como la lluvia. Y no siento otra cosa que gratitud por cada instante de mi
estúpida e insignificante vida. No tienen ni idea de lo que hablo, pero no se
preocupen, algún día la tendrán.
Clementine Kruczynski
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