La asignatura de la que partimos versa sobre
cómo llegar a redactar eficazmente a través de distintos conocimientos y
técnicas que, en la mayoría de casos, son transversales a distintas
disciplinas. Es por ello que la figura del redactor es apta para desempeñar
funciones en muchos ámbitos de la comunicación.
Aprovechando
que nuestro blog está inscrito en el mundo cinematográfico, hoy quiero hacer un
pequeño homenaje a aquellos grandes redactores, el trabajo de los cuales
siempre resta en segundo plano eclipsado por la obra final que nació a partir
de su tarea. No es muy difícil imaginar que me refiero a los guionistas,
obviados e infravalorados en tantas ocasiones. Sus mentes creativas están
veinticuatro horas al día a pleno funcionamiento, tramando historias que tal
vez nunca lleguen a salir a la luz por culpa de una financiación no concedida o
una desconfianza inmerecida. Ellos son los creadores de las grandes escenas de
la historia del cine, aquellas que pertenecen tanto a películas comerciales
como a pequeñas producciones; momentos que todo el mundo recuerda y que han
sido incorporados al imaginario colectivo; instantes “de película” que a más de
uno le gustaría revivir en su carnes. Y es que hay veces que la realidad no
supera a la ficción.
Por todo ello me gustaría presentaros el
decálogo del buen guionista, ya que lo considero una buena técnica de redacción
que puede complementar la teoría de esta asignatura. Se trata de una pauta con
distintas recomendaciones a tener en cuenta a la hora de escribir un guión, ya
sea de cine o de publicidad. Para hacerlo, me he tomado la libertad de crearos
un popurrí con diversas advertencias que he recolectado a partir de las clases
de Guión y Narrativa Audiovisual (Jordi Cadena) y el artículo Diez cosas que deberías saber sobre
la escritura de guiones de Sam Scribner.
Primero. “Entre imagen y palabra, siempre hay que elegir la imagen”.
Debemos encontrar la forma de describir todo lo que queremos expresar de la
forma más visual posible. El espectador se va a guiar primordialmente por lo
que vea, así que debemos cuidar todos los detalles.
Segundo. No empezar a
escribir sin saber hacia dónde irá el relato. Debemos intentar escribir
siguiendo una línea recta porque aunque existan subtramas además de la trama
principal, éstas la enriquecen pero no son independientes. “Conoce el final de
la historia incluso antes de empezar a escribirla”.
Tercero. Un buen
guionista es curioso, lee constantemente y tiene infinitas inquietudes. Los
buenos artistas son como esponjas que absorben todo lo que se encuentra en su
entorno y le sacan provecho creativo.
Cuarto. Tener
capacidad de síntesis; escribir solamente aquello imprescindible y necesario.
“Sé capaz de describir tu historia en veinticinco palabras o menos…”.
Quinto. Tener
capacidad de análisis y autocrítica. Sin criterio no vamos a ninguna parte.
Sexto. Tomar a los
personajes de la mano y acompañarlos hasta el final sin tener nada más en
cuenta que el camino que han trazado, para así poder llegar al final adecuado. Además,
“el diálogo es como el oro, gástalo sabiamente”.
Séptimo. Sobrescribir,
condensar y pulir. “Tienes diez páginas para impresionar a tu público”.
Octavo. Las cosas
suceden una debida a la otra. “No seas demasiado brillante”, eso puede pasarte
factura. Debe existir una buena coherencia, consistencia y verosimilitud entre
los hechos narrados.
Noveno. Ejercitar la
imaginación. “Estrújate la parte izquierda del cerebro”.
Décimo. ¡Conflicto,
conflicto y conflicto! No hay suficiente con un suceso sorprendente, hay que
dramatizar.
Para acabar, me gustaría dejaros con el undécimo, una reflexión
tan típica y simple como cierta que puede servirnos a todos en algún momento de
nuestra carrera: siempre habrá alguien mejor que tú. “Gente con menos estudios
que tú ha tenido más éxito en el negocio del guionaje”. Con ello no quiero
decir que el estudio no sea importante, sencillamente quiero recordaros que
estoy completamente segura que la humildad es la base de toda buena obra. A
partir de aquí, ¡a trabajar!
Amelie Poulain
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